“Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado” (Heb. 12:3, 4).

        Jesús dijo que por causa de Él nuestros enemigos serían los de nuestra propia casa, si éstos no le conocen (Mat. 10:21-22, 25-26). Qué difícil es soportar la persecución en casa, la burla, la descalificación, los insultos y los desprecios. A veces es tan sutil que no nos damos cuenta de que estamos sufriendo por causa del evangelio y pensamos que es por nuestra culpa, porque no estamos dando buen testimonio. Somos muy conscientes de nuestras flaquezas, y nos sentimos culpables.

          En este contexto es necesario que comprendamos que no somos responsables por las actitudes de los demás. No podemos cambiar a nadie. Aun si fuéramos perfectos, esto no haría que ellos se convirtiesen. Jesús fue perfecto y su familia se enfrentaba con él (ver Juan 7:1-9). Pensaban que estaba fuera se sí: “Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera de sí…Vinieron después sus hermanos y su madre” (Marcos 3:21, 31). Hemos de “considerar a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo para que nuestro ánimo no se canse hasta desmayar”.  Miremos a Jesús como ejemplo. Meditemos en la persecución que él sufrió, y tomemos ánimo, porque vamos bien de camino. La persecución es normal. 

            Además de la persecución de su propia familia, Jesús sufrió la persecución de los de su pueblo. Habiendo dado un ejemplo tan perfecto, uno supondría que todos se convertirían, pero ocurrió lo contrario: se ofendieron por él, le odiaron e intentaron matarle (Lu. 4:16-30). Encima, tuvo la persecución de las autoridades religiosas. No eran los ateos los que estuvieron más firmes en su oposición, sino los más respetados de su propia religión. Es como si tuvieses los ancianos de tu propia iglesia en contra, cosa muy posible, si ellos, pretendiendo servir al Señor, están usando Sus propias armas en contra de Él.

            La oposición es agotadora. Por esto el apóstol dice: medita en el ejemplo de Jesús para que no te desanimes. No te canses. No te acuses. No pienses que algo extraño te está pasando. Es lo más normal. Los que no son del espíritu de Cristo, ¡aunque profesen ser de Él!, aunque sean de nuestra familia, presentarán una oposición constante y fuerte. Para resistir, miremos a Jesús, (Heb. 12:2), no como una figura histórica, sino como el que nos está mirando a nosotros desde el cielo, nuestros ojos se encuentran, y su mirada de aprobación nos da ánimo.