“Bendice, alma mía, a Jehová. Jehová Dios mío, mucho te has engrandecido; te has vestido de gloria y de magnificencia” (Salmo 104:1).

Los cuidados de Dios para el mundo que Él ha creado son múltiples: Puso los fundamentos: “fundó la tierra sobre sus cimientos” (v. 5); establece los límites: “Sobre los montes estaban las aguas. A tu reprensión huyeron… les pusiste término, el cual no traspasarán” (v.6,7, 9); crea fuentes: “Tú eres el que envía las fuentes por los arroyos” (v. 10); satisface la sed de todo ser vivo: “Dan de beber a todas las bestias del campo; mitigan su sed los asnos monteses… del fruto de sus obras se sacia la tierra” (11-13); hace crecer el alimento: “Él hace producir el heno para las bestias, y la hierba para el servicio del hombre, sacando el pan de la tierra… que sustenta la vida del hombre” (v. 14, 15); provee hogares para sus criaturas: “Los cedros del Líbano que él plantó, allí anidan las aves; en las hayas hace su casa la cigüeña. Los montes altos para las cabras monteses; las peñas, madrigueras para los conejos” (v. 16-18); marca las sazones, el día y la noche: “Hizo la luna para los tiempos; el sol conoce su ocaso.  Pones las tinieblas, y es la noche… sale el sol… y sale el hombre a su labor y a su labranza hasta la tarde” (v. 19-23).  

 

            Soy una criatura bajo el cuidado de Dios. Lo que Él hace en la naturaleza, lo hace también en ti y en mí. Él es el fundamento de nuestra vida; pone los límites para nuestra protección; crea fuentes para satisfacer nuestra sed; nos alimenta en todos los sentidos; nos ha dado un hogar en la tierra y una morada eterna en sí mismo; riega y refresca nuestra alma; nos cultiva y nos hace crecer; marca las sazones de nuestra vida, tiempos de oscuridad y tiempos de luz, tiempos de trabajo y tiempos de descanso para reponer las fuerzas. Su provisión abarca todas las áreas de nuestra vida.

 

            “A Jehová cantaré en mi vida; a mi Dios cantaré salmos mientras viva. Dulce será mi meditación en él; yo me regocijaré en Jehová” (v. 33- 34). 

 

 

 

M. Burt